HA CERRADO Ayer fue un día muy especial para mí porque mi hijo cumplió 15 años. Quería organizarle una cena familiar y cuando se lo propuse, de acuerdo con mi sobrina de 19 años, me dijo: “Queremos llevar a la abuela a un sitio modernito”.
Cuando me levanté y miré mi agenda, me encontré con un día lleno de reuniones-supongo que como cualquier madre de estos tiempos- miles de recados para hacer en la hora de la comida, un nudo en el estómago de pensar en lo mayor que se está haciendo y mi hijo y, lo peor, una contractura muscular desde la cintura hasta la base del cráneo, sin exagerar, lo prometo.
Lo primero era tomar la decisión sobre qué ponerme que fuera bien para todo el día, cena incluida, y dónde reservar. Aunque soy una enamorada de la minifalda, me decidí por un vestido camel por la rodilla y por el restaurante Wagaboo de la calle General Martínez Campos. Cuando mi hijo llegó a casa, se quedó mirándome y me dijo ¿pero tú por qué te has disfrazado hoy? Prefiero no decir de qué me dijo. Le pareció un horror mi elección y tuve que cambiarme antes de ir a cenar. Le pareció que estaba mucho más guapa con el vestido más corto de todo el armario y una chaqueta de punto de estilo bastante desenfadado.
Wagaboo fue un acierto total. La decoración les encantó, yo he ido muchas veces y me gusta mucho. La cocina es abierta y es muy divertido ver, sobre todo, a los cocineros manipulando la pasta. El color del restaurante es el rojo, con luces bajas, no muy fuertes. Hay una zona con plantas muy agradable y, al fondo, hay un espacio bastante amplio en el que es posible hacer comidas para grupos, porque queda un poco aislado del resto. Ayer había bastante gente tomando una copa y después se sentaron a cenar. El servicio es amabilísimo y el maître, encantador. Ya no utilizan para coger las comandas el sistema tan impersonal que expliqué en mi post de este verano, o si lo utilizan, no te das cuenta.
Tomamos como entradas para compartir, huevos con trufa, que estaban muy buenos, y la cesta imperial, que tiene rollitos vietnamitas y empanadillas. De segundo, probamos el pato crujiente a la planchay el la-mien de pollo, los noodles de pato, que es el plato que yo recordaba que me había gustado en otras ocasiones y además, nos lo recomendaron.
Los mojitos también los preparan muy bien. No tomamos postre porque teníamos preparada una tarta con velas en casa.
No cierran
Precio medio: 25 euros
– Lo mejor: el servicio es amable y rápido
– Lo peor: La música está muy alta, aunque a los chicos les gustó mucho
C/ General Martínez Campos, 26. Teléfono 91 702 02 81 Mapa de situación. Hay varios restaurantes más en diferentes zonas de Madrid (Chueca, Salamanca..)
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